Ese día
El ardiente atardecer que se avecinaba parecía reflejar algo que se agitaba en lo más profundo de él, algo desconocido pero innegable. Mientras los cielos lloraban y el día se desvanecía en el crepúsculo, un destello de cambio se encendió en el alma de Aegon. No podía explicarlo, pero ese momento marcó el final de un capítulo y el despertar de otro.